CAPÍTULO 22 – Tendamos la mano con amor a los nuevos conversos y a los miembros menos activos – Enseñanzas del Presidente Gordon B. Hinckley
“Debemos [ser conscientes] constantemente… [de] la tremenda obligación de hermanar… a aquellos que vengan a la Iglesia como conversos, y de tender la mano con amor a aquellos que… entren en las sombras de la inactividad” Gordon B. Hinckley
- Pida a las hermanas que compartan sus ideas en cuanto a cómo pueden ser las manos del Salvador para otros. Comparta con ellas el siguente párrafo y pregúnteles lo que pueden hacer para ser las manos del Salvador para un nuevo miembro de la Iglesia.
Para muchas personas, pasar a ser miembro de la Iglesia puede ser un desafío. Quizás incluya dejar amistades y ajustarse a un nuevo estilo de vida. Cada nuevo miembro de la Iglesia necesita un amigo, una responsabilidad y nutrirse de “la buena palabra de Dios” (Moroni 6:4). Podemos ayudar a los miembros nuevos al hacernos sus amigos, al servir junto a ellos y al compartir nuestro testimonio con ellos.
- Escriba en la pizarra el título de esta lección. Invítelas a que escriban en un papel una de las maneras en que podrían ayudar a sus amigos menos activos a regresar a la Iglesia. Recoja los papeles y páselos a otras hermanas. Invítelas a compartir las ideas escritas en esos papeles. Pídales que durante la lección piensen en alguien que conozcan y que no esté activo en la Iglesia, y que busquen maneras de ayudar a esa persona.
Tenemos la gran responsabilidad de ministrar a la persona.
- ¿Por qué motivo “nuestro interés y preocupación deben concentrarse siempre en el individuo”, aunque sea una Iglesia mundial? (Véase la sección 1).
- ¿En qué ocasión ha sido bendecido por una persona que se interesó personalmente en usted?
- ¿Cuáles son algunas maneras en que podemos ser más sensibles al velar por cada persona?
- Muestre una imagen del Salvador abrazando a un cordero (véase el Libro de obras de arte del Evangelio, 64). Escriba las palabras “Apacienta mis corderos”. Pregunte a las hermanas qué saben acerca de esta declaración. Invítelas a prestar atención a otras ideas adicionales a medida que lee a la clase Juan 21:15–17. ¿Quiénes son las “ovejas” y los “corderos” en este pasaje? ¿En qué se asemejan los nuevos miembros de la Iglesia a los corderos? ¿Qué significa apacentar a los corderos del Salvador? Invite a las hermanas a compartir experiencias que hayan tenido al fortalecer a nuevos miembros. ¿Qué cosas específicas pueden hacer para ayudar a los nuevos miembros en el futuro?
Cada converso es una muy grande y seria responsabilidad.
- ¿Qué podemos aprender y aplicar de las experiencias que el presidente Hinckley relata en la sección 2? Medite lo que puede hacer para fortalecer a aquellos que se esfuerzan por edificar su fe.
- Invite a las hermanas a imaginarse o pensar en un miembro de la Iglesia que tienda la mano a nuevos conversos, quién tal vez provenga de diferente circunstancia que el miembro al que ayuda. La hermana podría hacer una lista en la pizarra de las cosas que este miembro de la Iglesia podría hacer o no debería hacer para que el nuevo converso se sienta bienvenido. Élder Neil L. Andersen en ““Cualquiera que los reciba, a mí me recibe” nos contó varios relatos de personas que han tendido una mano a los nuevos miembros, y la hermana Neill F. Marriott en “¿Qué haremos?” habló sobre la bienvenida que ella recibió como nueva conversa de la abuela de su esposo. ¿Qué pueden aprender las hermanas de estos relatos que podrían agregar a la lista?
- Escriba referencias de las Escrituras en la pizarra (como aquellas que se presentan en esta reseña) en cuanto a nuestra responsabilidad de fortalecer a nuestros hermanos los santos. Pida a cada hermana que lea una de las referencias de las Escrituras pensando en cómo se aplica a los nuevos miembros de la Iglesia. Pida a cada una que escriba en la pizarra un breve resumen de su pasaje y que comparta un ejemplo del principio que enseña. Pregunte a las hermanas por qué es tan importante fortalecer a los nuevos miembros de la Iglesia.
Todo converso necesita un amigo, una responsabilidad y ser nutrido por la palabra de Dios.
- ¿Por qué necesita todo converso un amigo, una responsabilidad y ser nutrido por la palabra de Dios? (Véase la sección 3).
- ¿Cuáles son algunas formas en las que podemos hacernos amigos de los nuevos conversos?
- ¿Cómo podemos apoyar a los nuevos conversos en sus responsabilidades en la Iglesia?
- ¿Cómo podemos ayudar a los nuevos conversos a ser “nutridos por la buena palabra de Dios”?
- Ayude a una hermana a pensar en preguntas que le gustaría hacer a alguien que se haya unido a la Iglesia recientemente. Con el permiso del obispo, invite a uno o dos conversos recientes a la clase. Pídales que compartan la historia de su conversión y su experiencia como nuevos miembros de la Iglesia. Invite a las hermanas a hacer sus preguntas y a analizar cómo pueden ayudar a los nuevos miembros a hacer la transición al unirse a la Iglesia.
Hay mucho para ganar y nada que perder al volver a estar activos en la Iglesia.
- ¿Por qué a veces les resulta difícil a algunas personas regresar y ser miembros activos de la Iglesia? (Véase la sección 4).
- ¿Cómo podemos ayudar a otras personas a regresar?
- ¿En qué ocasión ha experimentado o presenciado el regocijo que acompaña a la reactivación de una persona en la Iglesia?
- Video: La fe de los jóvenes: La familia Ennis. Los miembros de la familia Ennis se habían vuelto menos activos, pero reaccionaron positivamente cuando los miembros del barrio les extendieron una mano de amistad con amor.
Los Santos de los Últimos Días que vuelvan a estar activos en la Iglesia se sentirán bien por estar en casa de nuevo.
- ¿Qué ha aprendido de la experiencia que el presidente Hinckley cuenta en la sección 5? Piense en cómo puede tender la mano a alguien que no es activo en la Iglesia para que “vuelva a casa”.
- Video: Acuden a Cristo para vivir. El presidente Gordon B. Hinckley expresa su gozo de ver la manera en que el Evangelio cambia a las personas para mejor (2 Nefi 9:41–52).
- Comparta el relato de la hermana del élder Brent H. Nielson que se encuentra en el discurso “A la espera del [hijo] pródigo” o comparta una experiencia que haya tenido al ayudar a un amigo o a alguien de su familia a regresar a la Iglesia. Invítelas a leer Alma 31:34–35 y D. y C. 18:10–16. ¿Qué nos enseñan estas Escrituras sobre cómo se siente el Padre Celestial en cuanto a Sus hijos? Ayúdelas a hacer una lista de las hermanas menos activas del barrio, y analicen como clase el gran valor que tiene cada una de ellas, y lo que pueden hacer para invitarlas a regresar.