Ven, Sígueme para niños | 10 – 16 agosto | Alma 53–63 | “Preservado por su maravilloso poder”
Enseñar la doctrina
Puedo elegir no estar enojado.
Moroni acusó falsamente a Pahorán, pero en vez de molestarse, Pahorán dijo: “… me regocijo en la grandeza de tu corazón” (Alma 61:9).
Invite a los niños a pensar en alguna ocasión en que se les acusó de haber hecho algo que no hicieron. Dígales que eso le sucedió a Pahorán (véase Alma 60–61). Podría utilizar el “Capítulo 35: El capitán Moroni y Pahorán” (Historias del Libro de Mormón, págs. 95–97, o el video correspondiente en churchofjesuschrist.org).
Para saber cómo reaccionó Pahorán, túrnense para leer los versículos de Alma 61:3–14. ¿Qué hizo Pahorán cuando Moroni lo acusó? ¿Qué aprendemos del ejemplo de Pahorán en cuanto al perdón? ¿Cómo podemos ser como él?

Escriba en la pizarra ¿Qué debo hacer cuando alguien se enoje conmigo? Invite a los niños a tomar turnos para escribir algunas respuestas en la pizarra. ¿Cómo habría contestado Pahorán esa pregunta? Pida a los niños que escriban esas respuestas en una carta que se envíen a ellos mismos y la lean cuando alguien se enoje con ellos.

¿Qué aprendemos de Pahorán acerca de cómo responder cuando se nos acuse falsamente?
Tanto Helamán como Pahorán tenían buenas razones para sentirse ofendidos. Helamán no estaba recibiendo suficiente apoyo para sus ejércitos, y Pahorán fue acusado erróneamente por Moroni de estar reteniendo ese apoyo (véase Alma 58:4–9, 31–32; 60). ¿Qué le llama la atención de sus reacciones en Alma 58:1–12, 31–37 y Alma 61? ¿Cómo puede seguir usted su ejemplo ante situaciones similares?
El élder David A. Bednar enseñó: “De alguna forma y en algún momento, alguien en esta Iglesia hará o dirá algo que podrá considerarse ofensivo. Un suceso así ciertamente le ocurrirá a cada uno de nosotros e, indudablemente, más de una vez. “Si bien ustedes y yo no podemos ejercer control sobre las intenciones ni el comportamiento de las demás personas, sí determinamos la forma en la que actuaremos. Les ruego que recuerden que tanto ustedes como yo somos agentes dotados de albedrío moral y que podemos escoger no sentirnos ofendidos” (“Y no hay para ellos tropiezo”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 91).