La obra del sacerdocio incluye más que los deberes de los poseedores del sacerdocio. Es la obra de Dios—la obra de bendecir y exaltar a Sus hijos— que llevan a cabo Sus hijos que guardan los convenios. Las mujeres son esenciales para llevar a cabo la obra del sacerdocio. Ministramos a los necesitados, enseñamos el Evangelio e invitamos a todos a venir a Cristo.
- ¿Cómo participa usted en la obra del sacerdocio? ¿Qué experiencias podría compartir que ayudarían a las jóvenes a entender sus responsabilidades en la obra del Señor?
- ¿Se ven las jóvenes de su clase como participantes esenciales en la obra del sacerdocio? ¿Qué experiencias han tenido haciendo la obra del Señor en su hogar, en la Iglesia, con sus amigos, que podrían compartir las unas con las otras?
• ¿Qué actitud tienes hacia los poseedores del sacerdocio con los que trabajas o te relacionas de otra manera? ¿Los apoyas? ¿Por qué? (ya sea la respuesta afirmativa o negativa).
• ¿Qué pueden hacer a fin de ayudar a sus amigos varones a honrar el sacerdocio que poseen, a defender y conservar su virtud y a estar listos para sus responsabilidades futuras?
Vaya colocando en lugar visible, una por una, las tiras de cartulina que preparó. Al mostrar cada una pregúnteles si les parece que lo que dice indica una acción de apoyo o de indiferencia. Colóquelas en la pizarra bajo la categoría que les corresponda.
Ilustración de lo que debe aparecer en la pizarra:
Indiferencia | Apoyo |
No respetar | Motivar |
Debilitar | Fortalecer |
No hacer caso | Sostener |
Descuidar | Guiar |
• ¿Cuál es la diferencia principal entre las palabras que aparecen en las dos columnas? (Una columna representa acciones positivas; la otra representa acciones negativas, infructuosas e incluso posiblemente destructivas.)
• Entre las palabras de la pizarra, ¿cuáles describen tu actitud hacia los poseedores del sacerdocio con quienes te relacionas?
Lean y analicen los siguientes casos para que las jóvenes se den cuenta de que en el presente tienen muchas oportunidades de demostrar su apoyo a los poseedores del sacerdocio.
Caso para analizar 1
En enero habían llamado a Lidia para ser la presidenta de su clase de las Mujeres Jóvenes. Cada vez que tenían una actividad combinada con los Hombres Jóvenes, a ella le parecía que los muchachos dejaban la mayor parte del trabajo en manos de las chicas. Con el tiempo, empezó a sentir impaciencia y frustración; siempre tenía que hacerles acordar a los líderes de los varones de casi todo lo que había que hacer; no le gustaba ser fastidiosa, pero pensaba que si no lo era nada se haría. Después de una larga conversación que tuvo con su asesora, ésta le sugirió que tratara de cambiar de actitud, que hiciera un esfuerzo por tener una actitud positiva con respecto a sus propias responsabilidades y también hacia la relación que tenía con los jóvenes del sacerdocio.
Lidia aceptó el consejo y, después de orar, se esforzó por determinar cuáles eran sus responsabilidades en cada asignación y decidir lo que haría para cumplirlas rápida y eficazmente. Además, puso sus esperanzas en que los jóvenes cumplieran las responsabilidades que ellos tenían con igual rapidez y eficacia, y oró por ellos.
Su nueva actitud, positiva y valiéndose de la oración, dio resultados. Los muchachos respondieron bien, porque ella los trató como líderes del sacerdocio responsables; por eso, sabían que las jovencitas dependían de ellos y estaban dispuestas a apoyarlos en sus obligaciones, así que empezaron a hacer todo lo que les correspondía en las asignaciones. En lugar de fastidiar e importunar, Lidia empezó a demostrar que dependía de los hermanos del sacerdocio. Y eso le causaba una sensación muy agradable.
• La actitud negativa de Lidia, ¿por qué se interponía con sus esfuerzos por apoyar a los jóvenes del sacerdocio?
• ¿Por qué cambió la conducta de Lidia, así como la de los que rendían servicio con ella, debido a su nueva actitud de apoyo?
Caso para analizar 2
Julia estaba muy entusiasmada, haciendo planes con sus amigas para reunirse y hacer una fiestita el viernes; durante varios días habían estado preparándose para tener una cena especial en casa de una de ellas, como celebración de la finalización de los cursos escolares. El padre de Julia, que era el presidente de la rama, y David, el hermano de ella que acababa de ser ordenado presbítero, también tenían grandes planes para la noche del viernes. En la pequeña y un tanto aislada rama a que asistían en su pueblo, no tenían muy seguido la oportunidad de recibir la visita de una Autoridad General; pero ese viernes, en la ciudad que estaba a unos 250 kilómetros de distancia, iba a tener lugar una conferencia del sacerdocio y una actividad especial de padres e hijos en las que estaría presente una de las Autoridades Generales, y ellos habían hecho planes de viajar hasta allá para asistir. El papá de Julia estaba lleno de expectativa, pues era nuevo en su cargo de líder y tenía muchas preguntas para hacer.
El viernes a mediodía, Julia se apresuró a volver a su casa después de las clases. Al llegar, encontró al papá y a David con caras de gran desilusión: La mamá había amanecido enferma, con una fuerte gripe, y no le era posible atender a los dos niños pequeños; además, la bolsa de dormir de su hermano se le había enganchado en un clavo al sacarla y se le había hecho un gran rasgón por el que se salía el relleno de algodón. Como estaban las cosas, no parecía posible que fueran a la conferencia.
Pida a las alumnas que se pongan en el lugar de Julia y den fin al relato. Dígales que piensen en las bendiciones que recibirían no sólo Julia, sino también su familia y su rama gracias a ella, si se decidiera a no asistir a la fiesta con sus amigas para ayudar a su mamá; entre éstas se contarían la experiencia de sacrificarse por los demás y la satisfacción que sentiría al hacerlo, la inspiración y la guía que recibiría su papá como líder del sacerdocio para dirigir la rama, los buenos momentos espirituales que disfrutaría David con su padre y la gratitud que los dos sentirían hacia ella.
Emplee algunas (o todas) de las siguientes preguntas para estimular el intercambio de ideas:
• Si Julia se quedara en casa, ¿en qué ayudaría esto a su padre?
• ¿Qué piensan que sentiría su hermano David hacia ella?
• ¿Qué diferencia habría entre hacer el sacrificio de buena disposición y mostrando buena cara y hacerlo quejándose y con el ceño fruncido?
• ¿Qué efecto podría tener su acción en los dos hermanitos menores?
• ¿Qué pueden hacer ustedes, las mujeres jóvenes, para prestar un apoyo activo a los muchachos que poseen el sacerdocio? Anote en la pizarra las respuestas, entre las que deberían encontrarse algunas de las siguientes:
- Concentrarse en los buenos aspectos de la personalidad de ellos.
- Darles ideas.
- Tratarlos como si fueran lo que desearían que llegaran a ser.
- Saber escucharlos.
- Ser sinceras en los elogios.
- Apoyarlos en sus llamamientos y asignaciones.
- Ser sus consejeras, cuando ellos se lo pidan.
- Hacer lo que se les pida que hagan.
- Sostenerlos orando por ellos.
¿Qué pueden hacer ustedes para ayudar a edificar el reino de Dios ahora y en el futuro?
Con la aprobación y la recomendación del obispo o presidente de rama, invite a uno o a varios jóvenes a que hablen de la forma en que sus experiencias con el Sacerdocio Aarónico les ayudan a prepararse para afrontar sus responsabilidades futuras tales como la misión, el matrimonio y el mantener a una familia. Pídales que hablen de la forma en que las jóvenes los pueden apoyar en sus responsabilidades del sacerdocio y del futuro. Quizás desee pedir a la presidenta de las Mujeres Jóvenes que consulte con el obispo en cuanto a qué hombres jóvenes invitar.
Lea a la clase las citas que aparecen a continuación:
“En la verdadera Iglesia de Cristo, no existe una clase ni un sexo privilegiado; y en realidad, no puede haber discriminación entre los dos sexos a menos que los seres humanos lo hagan o lo permitan. Los hombres tienen una obra para realizar y deben ejercer sus poderes en beneficio de todos los miembros de la Iglesia, sea cual sea su sexo o edad.
“Lo mismo sucede con la mujer: sus dones especiales deben ejercerse para el beneficio y el ennoblecimiento de la raza humana. Esta responsabilidad, repartida equitativamente, convierte a hombres y mujeres en verdaderos compañeros en todo lo que hagan en pro del progreso humano. Cada uno es un complemento del otro y ninguno de los sexos puede funcionar solo a la perfección en la obra de este mundo” (Priesthood and Church Government, comp. por John A. Widtsoe, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1939, pág. 92; cursiva agregada).
“En la historia del mundo, nunca ha disfrutado la mujer de la libertad de pensamiento y acción que se le ofrece en esta Iglesia. Desde el día de la Restauración, se le han concedido todos los privilegios religiosos, y en los templos de la Iglesia restaurada el hombre no puede participar en las ordenanzas más altas sin tener a su esposa con él. En todos los asuntos de la vida, se le da completa independencia.
“Esto da a la mujer una extraordinaria responsabilidad, la cual, si la honra y emplea, aumentará en intensidad; pero, si no le presta atención, si la trata con ligereza y no la magnifica, puede perder lo que ahora posee y, debido a ello, perder los derechos que tiene. Las mujeres de la Iglesia deberían sentirse eternamente agradecidas por tener ese privilegio y estar dispuestas a emplear y atesorar esa preciada e invalorable relación. Donde mucho se da, mucho se espera” (Leah D. Widtsoe, El sacerdocio y la mujer, citado en Priesthood and Church Government, págs. 90–91).